

Many Happy Returns
Season 3 Episode 3 | 1h 11m 51sVideo has Closed Captions
Cristina and Barbara start their business, and Rita meets Pedro’s overbearing mother.
On Ana’s birthday, surprises await. Cristina and Barbara start their business, and Rita meets Pedro’s overbearing mother. News that Phillipe Ray is going to work with Velvet is all over the papers.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

Many Happy Returns
Season 3 Episode 3 | 1h 11m 51sVideo has Closed Captions
On Ana’s birthday, surprises await. Cristina and Barbara start their business, and Rita meets Pedro’s overbearing mother. News that Phillipe Ray is going to work with Velvet is all over the papers.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-¿Qué haces con ese vestido?
-¿No te gusta?
-No sé a lo que estás jugando, Cristina, pero no te va -a salir bien.
-¿Y pensáis encargaros de esto vosotras solas?
-Qué osada es la ignorancia.
Así te va, hombre del año.
Nunca has sabido reconocer un buen negocio.
-Lo mío con Alberto viene de mucho tiempo atrás.
No es un simple capricho.
-Espero que se quede en eso.
En una historia del pasado.
Porque, como sabrás, vamos a ser padres.
-Estoy convencido que esta colección va a ser lo más grande que se haya hecho nunca.
-¡Ay, no me lo digas, que me lo creo!
-¿Pero qué cosas tienes, José Luis?
Es que no sé qué haría yo sin ti, ¿eh?
-Que lo que he pensado, que un azucarillo, ¿eh?
-Sí.
-Como que era poco.
-¿Poco?
-¡Mi madre, qué bien, qué bien, mi madre!
Cuando se lo cuente a Rita, Rita va a alucinar, porque es que Rita y mi madre se llevan, son uña y carne.
Primo, te estoy hablando, ¿me quieres escuchar cuando te hablo?
-¡Tú!
¡Malnacido!
-No sé de qué me estás hablando.
-¿Ah, no?
¿Y si te digo que Oxford ha plagiado íntegramente mi nueva colección?
¿Tampoco sabes de qué te hablo?
-No me lo puedo creer.
-Ni usted ni nadie, don Emilio.
Hablen con todos los empleados, por favor.
Cualquier información es importante.
Tenemos un topo.
-Enrique Otegui.
-Pero, por el amor de Dios, ¿cómo voy a querer yo hundir mi propio negocio?
-Estás fuera.
-¿Cómo?
-A partir de ahora, mi hija Cristina se hará cargo de la gestión de las acciones de la familia Otegui.
-Nunca pensé que iba a brindar por nuestra incorporación al mundo laboral, pero... por nuestro exitoso futuro.
-Todo ha salido como esperábamos.
Enrique está fuera.
Nadie sospecha de mí.
-Doña Blanca, confío en que si usted observa un comportamiento extraño en Esteban, sea la primera en comunicármelo.
-Ya sé que lo único que te preocupa es el embarazo de Cristina, pero escúchame, por favor.
Quiero que tú diseñes la próxima colección, Ana.
Junto con Raúl de la Riva.
-Todo está saliendo según lo previsto.
Solo me queda lo más difícil.
¡Quedarme embarazada!
-¡Quedarme embarazada!
[risas] [♪ música en inglés] -Raúl, sabemos que ya has tomado una decisión y no te queremos hacer perder el tiempo.
Pero necesitamos que nos escuches.
-Danos un minuto.
Lo que te va a decir Alberto te va a interesar.
-Nadie contaba con que Oxford robaría tus diseños.
Por eso ahora mismo te necesitamos más que nunca.
-El poeta tenía razón.
Cuando aparece un genio en el mundo, todos los necios se confabulan contra él.
-¿Y contra dos genios?
¿Qué te parecería trabajar con Phillipe Ray?
-¿Phillipe Ray?
-No te preocupes que ya sabe que soy yo.
-¿Ah, sí?
-Sí, ya lo sé.
Oxford se piensa que nos ha destruido y nosotros vamos a volver con más fuerza que nunca.
Con la unión de dos genios, Raúl.
La unión de dos genios.
-Por favor, yo compartiendo nombre.
-Escúchame.
Ahora todo el mundo tiene que estar pensando: "¿Qué va a hacer Raúl de la Riva?
¿Va a hacer lo mismo?
¿Va a hacerlo de siempre?".
No.
Raúl de la Riva va a arriesgar.
Raúl de la Riva va a marcar historia.
¿Cómo?
Con la mejor unión que se ha hecho en la historia de la moda.
Una joven promesa y una vieja gloria.
-¿Cómo que vieja?
-Una gran gloria.
-La unión hace la fuerza, ¿no?
-Bueno, yo no quiero escuchar más.
-¿Te gusta?
¿Lo sabes?
-Buenas.
-Necesito que redactes una nota de prensa, Mateo.
Se tienen que enterar cuánto antes.
-¿Enterarse cuanto antes de qué?
-De que hemos fichado a Phillipe Ray.
Trabajará con Raúl en la nueva colección.
Raúl, no te vas a arrepentir.
-Nos vemos mañana, compañera.
Siempre me enredan, Mateo, siempre me enredan.
No sé cómo lo hacen, pero siempre me enredan.
-¿Pero cómo?
¿Cuándo?
¿Por qué?
-Luego, luego, luego.
Ahora haz nota, que es lo más importante.
Tiene que salir en todos los medios de comunicación.
-Sí, pero luego me lo cuentas todo.
-Vale.
-¿Tú crees que saldrá bien?
-¿Raúl y tú diseñando juntos?
Vais a hacer historia.
-Nena, cambia esa cara.
Ya sabías que esto pasaba.
-Una cosa es saberlo y otra verlo, Bárbara.
Alberto sigue siendo mi marido.
-Bueno, deja ya de hablar de Alberto.
Ahora lo que importa es que te quedes embarazada.
Y para eso esta noche te he preparado una sorpresita.
Hola, chicos.
Qué bien que hayáis podido venir.
Que no os falte de nada.
Alcohol gratis para todos.
Y hola, ¿cómo estás?
Estás más fuerte, ¿verdad?
Qué bien te queda esta corbata.
¡Joaquín!
¡Cuánto tiempo!
Tengo una amiga que te va a encantar.
Es maravillosa.
Se llama Cristina.
Ya verás.
¡Cristina!
Está por aquí.
En cuanto la encuentre, dame... Mírala.
Ahora mismo te la traigo.
¿De acuerdo?
Un huequito, chicos.
Gracias.
Cristina, esto es una fiesta.
De hecho, es tu fiesta.
Y yo te lo agradezco, Bárbara, pero necesitaba un momentito para mí.
Que parezco un pastel a la puerta de un colegio.
No paran de acercarse.
-¿Y cuál es el problema?
Cristina, todo esto lo he montado para ti.
Así que ahora mismo vas a elegir al futuro padre de tu hijo con Alberto.
-¿Cómo voy a elegir si no les conozco de nada?
-Cristina Otegui, o te pones en serio con esto de quedarte embarazada o al final vas a tener un niño cuatromesino.
-Si es que me siento muy ridícula.
No sé ni por dónde empezar si no me he quitado ni la alianza.
-Pero si esto es como montar en bici.
Esto nunca se olvida.
A ver, ¿cómo cazaste a Alberto?
-Mi padre salvó su empresa de la quiebra.
-Eso ha sonado muy triste.
Toma, bebé.
De acuerdo, olvídate de Alberto.
Hay muchos más peces y esto es el Mediterráneo.
Mira, mira, mira, mira qué par de ojos verdes vienen por aquí.
Hola.
-Buenas.
Bárbara, hay un hombre a la puerta.
-Pues que pase, ha venido a la fiesta idónea.
-Dice que es el dueño.
-El dueño.
Dame la copa.
No, no, no te vayas.
¿Conoces a mi amiga Cristina?
Creo que le gustas.
Uy, pasito.
Mateo.
-¿Se puede saber qué es esto?
Esto es una pequeña soirée.
-¿Una qué?
Bárbara, tendrías que estar haciendo la mudanza.
-Sí, lo haré, lo haré.
Solo que he pasado tan buenos momentos en esta casa que... Alberto, ¿cómo estás?
Que quería despedirme de ella junto a unos pocos amigos.
-¿Unos pocos?
-Bueno, igual se me ha ido un poco de las manos.
Pero no te preocupes porque esto Ramira mañana te lo deja como los chorros del oro.
Y ahora, si no te importa, vuelve en un par de horitas.
-Bárbara, no es cuestión de... un par de horitas o no.
No sé si te estás dando cuenta, pero esta es mi casa.
No me puedes echar así como así.
-¿Echarte?
No, no, si no te estoy echando.
Solo te estoy pidiendo un par de horas.
¿Tanto te parece?
-Lo que me parece es que tu desfachatez no tiene límites.
-Está bien, nos marchamos, pero sería una pena que Clarita se enterara de todo esto, ¿no crees?
-Eres increíble, Bárbara.
Lo sé.
Gracias.
-La noticia se ha hecho oficial esta misma mañana.
Velvet ha fichado al misterioso Phillipe Ray.
El diseñador saltó a la fama gracias a la aparición de uno de sus vestidos en una reciente gala musical.
Las mujeres de toda España suspiran por conseguir uno de sus modelos.
Y aunque seguimos en descubrir su verdadera identidad, parece que a partir de ahora podrán encontrarlos en las galerías Velvet.
-Menudo lío.
¿Quién será este hombre?
-A saber, igual nos lo hemos cruzado por aquí y nos hemos enterado.
-Pues ya podemos andarnos con pies de plomo, sobre todo tú y yo.
Porque como nos pilla haciendo algo mal.
-No creo yo que este... -¿Cómo que no?
Como tenga el carácter de de la Riva, Don Emilio nos pone de patitas en la calle si no al tiempo.
Yo tengo que saber quién es este hombre, de verdad.
Yo no puedo vivir con esta tensión.
A mí me va a entrar una ulcera.
-Ven aquí, primo, ven aquí.
-¿Qué?
-Es Ana.
-¿Qué Ana?
-Anastasia.
¿Qué Ana va a ser?
Ana Rivera.
Ana.
-¿Que Phillipe Ray es Ana?
-Ha estado diseñando para otra tienda, pero se ve que ahora la quieren aquí.
Rita y yo le echamos una mano cosiendo.
-¿Rita y tú?
-Y Luisa.
Y Luisa.
Y algún día nos ayudó Clara.
-¿Todos?
¿No?
-Bueno, hombre, no te pongas así.
-¿Cuándo pensabas decírmelo?
-Primo, me hicieron jurar que no diría nada a nadie.
Y yo cuando le hago una promesa a una chica, la cumplo.
Casi siempre.
Pero tú no puedes decir nada a nadie, ¿eh?
Y sobre todo a la Rita, ni "mu".
Que como se entere que te he dicho algo, me corta el pescuezo.
Anda, vamos.
-Hola.
-Hola, Rita.
¿Has visto la portada del periódico?
-Ya se ha publicado lo de Phillipe Ray.
¡Ay, qué ilusión más grande!
-¿Por qué?
-Bueno, ilusión por, por este señor, que no sé quién es ni nada, pero digo yo qué ilusión le hará, ¿no?
-Ya, ya, porque tú no conoces de nada a este hombre.
-No, que va. -¿Se puede saber a qué se dedican ustedes?
A trabajar, desde luego, no.
¿Qué hacen aquí?
¿Eh?
¿Qué hacen?
-Eh, estábamos leyendo una cosa de verdad.
-El periódico.
El periódico se lee en las horas libres, ¿no?
Vamos.
¿Es que no tienen nada que hacer?
-Mi madre.
-¿Cómo?
-Que tengo que ir a buscar a mi madre.
Que viene unos días, a hacerse unas pruebas, no te lo he dicho porque con el tema del robo.
Me voy.
-Pero ¿cuándo llega, Pedro?
-Es que llega ahora.
Claro, como yo no esté en la estación, le va a dar un síncope.
Un síncope.
-Pero, la... -No me despedí.
¿Le importa que vaya a buscar a mi madre?
Muchísimas gracias por todo, don Emilio.
De verdad, sin usted la vida sería mucho más triste.
El beso, el beso, el beso.
-Adelante.
♪ Estas son las mañanitas ♪ ♪ Que cantaba el rey David ♪ ♪ Por ser hoy día de tu santo ♪ ♪ Te las cantamos a ti ♪ ♪ Despierta, mi bien, despierta ♪ ♪ Mira que ya amaneció ♪ ♪ Ya los pajaritos cantan ♪ ♪ La luna ya se metió ♪♪ -Feliz cumpleaños, hija.
-Gracias, tío.
-Feliz cumpleaños.
-No sé qué sería de mis cumpleaños sin sus mañanitas, la verdad.
-Oh, la tradición es la tradición.
Además, este año la tradición trae un regalo.
Celebramos un nuevo año y una nueva vida.
-¿Pero ya se ha publicado?
-Entiendo que Alberto quería darle un golpe a Oxford.
¿No te parece bien?
-Claro, claro que sí, pero va todo tan rápido que me da vértigo.
-Te has pasado toda la vida preparándote para esto.
Te voy a pedir un favor.
Si sabes de alguien que pueda hacer esto mejor que tú, ¿te importa presentármelo?
-No me lo puedo creer.
-¡Felicidades!
-¡Gracias!
-Bueno, cumpleaños y tu estreno como diseñadora.
-Por eso te hemos hecho un regalito.
-Pero qué tontas, que no teníais por qué.
-Ábrele, calla.
Chiquita.
-Pero que no.
Dame, dame.
-Pues si no lo quieres.
-Ahora que eres hombre de negocios, tienes que tener de estas.
-Phillipe Ray.
Pero no tiene ni teléfono ni dirección.
-Bueno, para que siga el misterio.
-Claro.
-¡Que me encanta!
-Eso no te lo sabía.
-Pero mirad qué hora es, que llegó tarde a la negociación del contrato.
-Sí, bueno, seguro que tu novio jefe te lo perdona.
-No te olvides de pedirle que haya bollos en el desayuno.
-Mira que pesada con los bollos, hija.
-Rita, que luego... -¿Que luego qué?
Si esto lo quemo yo.
-¿Ah, sí?
-Dándole a la zambomba.
-Cochina.
-¿Alberto?
-Ven.
Siéntate.
Cierra los ojos.
Felicidades.
-¡Qué bonitas!
Gracias.
¿Haces esto con todos los empleados que cumplen años?
-No, solo con Raúl y contigo.
¿Tienes pensado algo especial para esta noche?
-Ah, no.
No te lo voy a poner tan fácil.
Tendrás que ser tú el que me dé una sorpresa y que me deje con la boca abierta.
-Bueno, algo se me ocurrirá.
-Muy bien.
Pero yo he venido a hablar de negocios.
-¿Por dónde quieres que empecemos?
-Por mi sueldo.
-Recibirás un sueldo acorde a tu puesto de trabajo, teniendo en cuenta que no tienes experiencia como diseñadora.
-¿Ah, no?
-No de manera oficial.
-Creo que el éxito de Phillipe Ray está más que demostrado.
-En una pequeña boutique, no en unas grandes galerías.
-Lo cual tiene más mérito.
-Depende.
Depende.
La historia de la moda está llena de diseñadores que han sido solo flor de un día.
El éxito radica en llegar, pero sobre todo en saber mantenerse, Ana.
-¿Y dudas que yo pueda hacerlo?
-No, no.
Pero me has pedido un sueldo justo, ¿no?
Tenemos que ser realistas.
-Quiero a Rita de ayudante y quiero a mi tío como responsable de ventas.
Creo que ella se merece una recompensa después de todos los años que lleva aquí.
-A tu tío lo necesitamos en la tienda.
-Sabes que puede hacer los dos trabajos perfectamente.
Quiero ampliar el toque de queda en una hora para todos los trabajadores.
-No, no.
El toque de queda se instauró en las galerías para que por las noches esto no se convirtiera en un ir y venir.
Esto es un centro de trabajo.
-¿Y qué hacíamos tú y yo?
-Vale, que sean dos horas.
Pero a partir de ahora vas a trabajar para Velvet en exclusiva.
Nada de pequeñas boutiques como la de doña Aurorita.
-Cristina.
No quiero tener que vérmelas con ella.
No sé a qué ha venido aquí, pero quiero que me garantices que no voy a tener ningún trato profesional.
-Te lo garantizo.
¿Algo más?
-Sí.
-Me parece bien.
-Hoy empieza una nueva temporada para Velvet.
Gracias a la gran generosidad de Raúl de la Riva vamos a contar con dos talentos para la nueva colección.
Un icono de la moda y una joven promesa.
Phillipe Ray.
También conocido como Ana Rivera.
-¿Ana?
-Lo siento, doña Blanca.
Fue todo tan rápido que ni me dio tiempo a contárselo.
-Pero entonces Ana ha estado trabajando fuera de aquí.
-Y eso no volverá a suceder, se lo aseguro.
Esta gran noticia no puede salir de aquí.
Somos los únicos que conocemos la identidad del señor Ray.
Y así tiene que seguir siendo.
Mi intención es continuar con todo el misterio que envuelve al señor Ray.
Creo que forma parte de su éxito.
Así que por favor nadie, y digo nadie, puede desvelar su identidad.
Por eso estamos celebrando esta junta aquí y no abajo con todos los empleados.
-Galerías Velvet, secretos y patrones.
Me encanta.
Como una película de misterio, pero con más glamour.
Y ahora que hemos eliminado al malo, me gusta aún más.
-Pero Ana tendrá que trabajar en el taller a la vista de todo el mundo.
¿Cómo lo vamos a hacer?
-Diremos que el señor Ray es muy celoso de su intimidad, que no trabaja en las galerías y que Ana es su mano derecha y su voz aquí dentro.
Sé que no son las circunstancias idóneas, pero estoy convencido que le podemos sacar mucho partido a esto.
Mucho.
Ana, ¿tienes algo más que aportar?
-Sólo que estoy muy ilusionada y que espero no defraudarles.
-Sí, y también tiene que decir que, con respecto a la organización, nuestra ayudante será Rita y... -Y Don Emilio será nuestro responsable de compras.
-Vaya, veo que hay sorpresas para todos.
No sabía nada.
-Pero ese puesto no existía antes.
¿Cuál sería su cometido?
-Estará encargado de gestionar todas las nuevas telas y la nueva materia prima para la nueva colección.
Si usted acepta el puesto, claro.
-Eh... Pues... sí, sí, por supuesto.
Y muchísimas gracias.
-Dele las gracias a Raúl de la Riva y a su sobrina, Phillipe Ray.
-Tiene un segundo, doña Blanca.
Como responsable de compras tendré que trabajar mano a mano con Esteban.
Sólo quería decirle que no tiene nada de lo que preocuparse.
Le dije que podía confiar en mí y así lo haré.
Sólo actuaré de otro modo si veo algo que no me gusta.
-En el improbable caso de que eso suceda, me gustaría ser la primera en enterarme.
-Confío en ello.
-Gracias, don Emilio.
-¿Qué, qué?
¿Cómo ha ido la reunión?
¿Ya has conseguido que te pongan un pisazo en el barrio de Salamanca?
-Oye.
-¿Qué?
-Ha ido mejor de lo que yo esperaba.
Para empezar tengo una nueva ayudante.
-Ah, ¿y quién va a ser?
Porque a ver si van a traer a una cualquiera que para trabajar en Velvet hay que tener un nivel.
-¡Tú, boba!
¡Quién va a ser!
-¡Ah!
-Bueno, he conseguido muchas cosas y en otras muchas he tenido que hacerlo.
Por ejemplo, ya no podemos coser vestidos para doña Aurorita.
Ahora Phillipe Ray tiene que diseñar una exclusiva para Velvet.
-¿Y qué vas a hacer?
-Pues, ¿qué voy a hacer?
Iré a llevarle el último pedido y decírselo.
-Bueno, mujer, pues tú tranquila, que seguro que lo entiende perfectamente.
Ya verás.
-De ninguna de las maneras.
Vamos, solo faltaba.
-Doña Aurorita, tiene que entenderlo.
Es una oportunidad que pasa una vez en la vida.
-No.
Esa es la oportunidad que te di yo cuando nadie te conocía.
Mira, puede que esta sea solo una tienda de barrio, pero yo aposté por ti y te perdoné algunos desplantes.
-Lo sé.
Y se lo agradezco muchísimo.
Pero es Velvet.
-¿Y yo?
Vamos, ¿qué hay de mí y de mis clientas?
¿Tú sabes la cantidad de pedidos que tengo pendientes?
-He cumplido con el último cargo que me pidió.
-Sí, claro.
Y desde entonces tengo diez encargos más.
Mira, no puedes dejarme así, Ana.
-Si cumplo con esos nuevos diez encargos, ¿estaremos en paz?
-Estaremos en paz cuando hayamos muerto.
-Doña Aurorita, que estoy intentando terminar esto de la mejor manera posible.
-De acuerdo.
Pero quiero mis últimos 15.
Y los quiero terminados antes de que acabe la semana.
-¿Quince?
Si acabas de decirme diez.
-Y si vuelves a replicarme, serán 20.
-Quince.
De acuerdo.
Esta semana los tendrá.
Y muchas gracias por todo.
De verdad.
-Si es que ya lo decía yo.
Si es que uno no puede fiarse de los artistas.
[timbre] -Buenos días, don Enrique.
-Buenos días.
-El señor no está en casa, pero si quiere puede esperarlo en el salón.
-No vengo a verle a él.
Vaya, parece que no soy el único al que han echado.
Me sobran cajas si necesitas.
-A mí no me echa nadie.
Me voy porque quiero.
-¿Ah, sí?
¿Quieres que llamemos al señor y le preguntamos?
-¿A qué has venido, Enrique?
-¿Tan raro te parece que un amigo quiera despedirse?
He recogido mis cosas de las galerías y... quería pasar a darte un beso de despedida.
¿Sigues pensando que robé yo los diseños?
-Ni el mejor abogado del mundo aceptaría tu caso.
-Estás muy equivocada.
Estáis todos muy equivocados.
-Bueno, pues demuéstralo.
Demuestra que eres inocente.
-No te preocupes.
Lo haré tarde o temprano.
Y entonces vendréis todos a pedirme perdón.
De rodillas.
Tú ríete, pero a partir de ahora te quedas sola.
Te deseo toda la suerte del mundo lidiando con mi hermana y con mi mujer.
Porque la vas a necesitar.
-Clara, avisa a Emilio y dile que mande a alguien que nos ayude a instalarnos.
-¿A instalarse dónde?
-Hija, pues no sé.
¿En un despacho de estos?
-¿Se van a instalar en el despacho de don Alberto?
-Clarita, te hemos dicho que llames a don Emilio y que él nos mande a alguien.
-¿Pero don Alberto sabe algo de esto?
-Alberto sabe lo que tiene que saber.
Ni más ni menos.
-Esta chica no está aquí por su eficacia, ¿verdad?
-Don Alberto, tengo que ausentarme un momento.
Tengo que hacer un encargo para doña Cristina y doña Bárbara.
-Hombre, Roberto Alcázar y Pedrín.
-¿Qué haces aquí?
-Si vamos a trabajar aquí, tendremos que traer nuestras cosas, digo yo.
-Simplemente hay que vaciar un despacho, poner los muebles nuevos que hemos comprado y habrá que buscar una secretaria nueva.
Porque esta bastante lío tiene ya en la cabeza como para compartirla.
-¿Podemos hablar un momento, por favor?
-Por supuesto.
¿Me vas a explicar quién es Phillipe Ray?
Ahora trabajo aquí.
Creo que... -Exacto, trabajas aquí.
Esto no es ningún juego.
-Velvet es mi vida, Cristina.
-No me digas.
-Lo único que espero es que dejes nuestros problemas a un lado y te centres estrictamente en lo profesional.
-Claro.
-Eso no significa que no me vaya a encargar de nuestro hijo.
Haré lo que haga falta.
-Gracias, Alberto.
No te preocupes, controlaré a Bárbara.
He venido a trabajar, no a dar problemas.
-He pedido la nulidad.
No tardarán en tramitarla.
-No te lo voy a poner nada fácil.
-Lo único que te pido es que entres en razón.
Nuestro hijo se merece algo más que unos padres que se aborrecen.
-Pues me temo que el lío de la costurera se lo vas a tener que explicar tú.
-Mateo me ha pedido que me vaya de su casa, definitivamente.
Creo que no podré aguantar allí mucho más.
-Alberto ha pedido la nulidad.
-Me tenía que haber puesto las gafas del sol porque tanta belleza me ciega.
-¿Sabes que a partir de ahora vamos a trabajar aquí, Raúl?
-¿Cómo?
-Cristina y yo somos las encargadas de la nueva colección de joyas Velvet.
-¡Ay, pero es una noticia maravillosa!
Enhorabuena.
Lo celebramos esta noche, en el Pausa.
Una botella de champán, Bárbara, tú y yo.
¿Qué es esa cara?
Quita esa cara.
Quita esa cara.
Quítala.
Una de sí.
Dame una cara de sí.
Muy bien.
A las 10:00, en el Pausa.
-No están acostumbradas a trabajar.
Dos madrugones y abandonan el barco.
-Yo si fuera tú les tendría un poco más de miedo.
Bárbara es un bicho y ahora parece que tiene una alumna aventajada.
-Dos días, Alberto.
-Los mismos que le dabas para que se fuera de tu casa y ahí la tienes.
-Hoy mismo se va. -Ya.
Ayer hizo una fiesta de despedida.
-¿Una fiesta?
-¿De qué te ríes?
-Te está toreando.
-Hoy se va. -Esa mujer hace lo que quiere, Mateo.
-Hoy se va. ¿De acuerdo?
Y si no lo consigo, abandono el macho que soy y me pongo a bailar y a pedir limosna.
-Gracias, Mateo.
-¿Qué pasa?
-Clara, consígame el teléfono del mejor profesor de claqué de Madrid.
Le quiero ver cuanto antes.
-¿Ha dicho profesor de claqué?
-Eso parece.
Mateo, quiero hablar contigo de un cosa.
-Bien.
Me alegra que hayas recuperado la confianza en mí.
-No, no, no.
No abras viejas heridas que no te conviene.
Es sobre esas dos arpías.
-¿Bárbara y Cristina?
Clarita, por favor, no te preocupes.
Entiendo que estés celosa, pero lo de Bárbara pasó hace muchísimo tiempo.
-¿Celosa?
-Claro.
-Vamos, si vuelve a pasar algo con Bárbara, se acaba tu carrera de hombre.
-Ah.
-No, en realidad te quiero hablar de mi compañero de clase, de José Luis.
Mira, él está buscando trabajo y he pensado que sería ideal como nuevo secretario porque nos entendemos fenomenal, nos podríamos ayudar con las tareas, vamos, que es el candidato perfecto.
-Tan perfecto no será si a su edad sigue estudiando, ¿no crees?
No me mires así.
Lo tuyo es distinto, tienes trabajo.
-Ya, y él también podría tenerlo si le ayudamos.
Mateo, ¿qué te cuesta?
Echa un vistazo a su currículum, además, para que venga otro que no conocemos de nada.
-¿Querrás decir otra?
-Ah, así que se trataba de eso, ¿no?
Que tú lo que quieres en realidad es otro culito duro al que conquistar, ¿no?
-¿Pero qué dices?
-Ya, ya, ya, que no te hagas el tonto conmigo.
¿Entonces qué, le vas a echar un vistazo o no?
-Si crees que... -Gracias.
No te vas a arrepentir, ya lo verás.
-Madre, espera, no vayas tan rápido.
-Vaya, por Dios, hijo.
Contigo todo son quejas, ¿eh?
El día que me toque a mí, no paro.
Pero yo no soy de esas, ¿no?
Y motivos no me faltan, ¿eh?
Por ejemplo, tu boda.
-Vuelta la burra al trigo con el tema de la boda, madre, si nos lo pasamos estupendamente.
-Claro, tú sí.
Porque estuviste todo el día con tus amigotes de la capital.
Y no me hiciste ni caso.
Bueno, ni tú ni las Montesinos.
Que, bueno, bonitas son.
Y yo era la madrina.
¿Me oyes?
La madrina.
Que me puse hasta la peineta y no salí ni en la foto.
-No vamos a volver a hablar del tema, madre.
Nadie tiene nada en contra de usted.
Además, venía la gente de Madrid.
-Ya, pero a ellos los ves todos los días.
Y a tu madre solamente las ves de guindas a brevas.
Espero que ahora no me hagas lo mismo.
Y me encierres en una habitación.
Que yo aquí no conozco a nadie, ¿eh?
Y ya sabes que soy muy vergonzosa.
Buenos días.
Soy Conchi, la madre de Pedrín.
Encantada, ¿eh?
Encantada.
Soy Conchi, la madre de Pedrín.
Mucho gusto, ¿eh?
Buenos días, Conchi, la madre de Pedrín.
Mucho gusto.
-Madre, deje de llamarme Pedrín, por favor.
Y deje de presentarse a todo el mundo.
-Ay, por Dios, siempre controlándome.
Además, Pedrín fue mi padre, mi hermano y primer novio.
De verdad, ¿eh?
Siempre renegando de tu nombre.
¿Aquí dónde lo veis tan agobiado?
De crío no quería que lo dejara ni a sol ni a sombra.
Mira qué foto.
-No, no enseñe la foto.
-Está desnudito y... -No se... -Mira qué guapo, ¿eh?
-No le hagas ni caso.
Sí, es que acaba de llegar y se está acostumbrando.
Vamos, madre.
-Ay, no digas más tonterías, ¿eh?
No digas más tonterías.
-Doña Conchi, por fin ha llegado.
¡Qué alegría!
¿Qué tal le ha ido el viaje?
-Pues largo, hija, largo.
Y con mucho bache.
Que aquí mucha capital, pero el camino está hecho un asco, ¿eh?
Y yo ya no estoy para estos trotes.
-No diga eso, mujer.
Si está usted mejor que nunca.
-Tú sin embargo, has engordado, ¿eh?
Ten mucho cuidado.
Que las hay que se casan y se abandonan.
Como tú te angustias.
-Madre.
-Que no lo he dicho para mal.
Nos acompaña y así le enseñamos nuestra habitación, que le va a gustar ver qué bien vivimos.
Por aquí.
Y este es nuestro nidito de amor.
¿Qué le parece?
-Pues que al nidito solo le faltan las ramas, ¿eh?
Porque muy limpio lo que se dice muy limpio no está.
-Bueno, es que hoy le tocaba a Pedro.
Y como le ha ido a recoger, pues no le ha dado tiempo.
-¿Para eso te has casado tú?
¿Para limpiar tú?
Ay, Dios mío, qué calzonazo eres.
Y tú no dejes que haga un hombre la tarea que esté una mujer.
Bueno, ¿dónde voy a dormir yo?
-Bueno, luego ya nos apañaremos, haremos un hueco.
-Pero digo yo que tendrá una reserva en algún lado, ¿no?
-Madre, ¿que se va a quedar madre en una pensión de mala muerta?
-Pedro, deje lo que esté haciendo y acompáñeme, por favor.
-Voy a terminar de instalar a mi madre aquí en el cuarto.
-¿Qué dices instalar?
¿Cómo de instalar?
-Conchi, la madre de Pedro.
Encantada.
-Mucho gusto.
Sentí muchísimo no poder asistir a la boda.
-Más lo sentí yo, que nadie me hizo ni caso.
-Lamento tener que robarle a su hijo, señora, pero es que tenemos mucho trabajo.
-Nada, nada, ningún problema.
No hay mejor herencia que el trabajo y la diligencia.
-Oh, claro, sí, tiene razón, sí.
Vamos, Pedro.
Cuanto antes empecemos, antes acabaremos.
Vamos, vamos.
-Quédate un ratito más con ella.
-Sí.
-No tardes.
-No.
Madre.
Disfrutad.
-Adiós.
Ay, qué señor tan educado este don Emilio, ¿eh?
-Sí, un encantó.
Bueno, ¿y qué le apetece hacer ahora?
¿Qué planes tiene para Madrid?
-Pues, en principio, limpiar el polvo.
Porque mi Pedrín no puede vivir aquí de cualquier manera.
Anda, tráete algunos trapos.
-Don Emilio, le aseguro que yo no sabía que mi madre se quería quedar aquí.
-Pero, ¿cómo...?
-La tía Conchi ya ha llegado y tú no me avisas.
Pero, ¿tú sabes la bronca que me va a echar?
-Basta, basta.
Ya hablaremos de eso.
Ahora hay otras cosas que hacer.
Tienen que vaciar todo esto.
-¿Cómo?
-Sí.
Tienen que acomodar los despachos de doña Cristina y doña Bárbara.
Esta tarea tiene prioridad sobre todas las demás.
Y hay que realizarla a la mayor prontitud.
¿De acuerdo?
Vamos.
Recibirán órdenes directamente de ellas.
-¿De ellas?
-Así es.
Nos vamos a instalar aquí.
Sacad todos los muebles y traed los nuestros.
-¿De acuerdo?
Buenos días.
-Buenos días, don Emilio.
-Los muebles están numerados, así que no se os ocurra hacer ninguna tontería.
Esta gente tiene la mano muy larga, Cristina.
Ah, la pieza más delicada es una Venus de Milo que llegará hoy mismo.
La dejáis en mi despacho.
¿De acuerdo?
Te va a encantar.
Es maravillosa.
Ya verás cómo... ¡Venga!
¡Vamos a trabajar!
Este despacho es maravilloso.
-No puedo entender cómo todo esto estaba vacío.
Esto está lleno de polvo.
Yo creo que... -¿Qué hacéis aquí?
-Que nadie te ha dicho nada.
Pobrecita, del cielo al infierno en tan poco tiempo.
Claro, como a tu hermano no te lo puedes... -Bárbara y yo vamos a diseñar la colección de joyas de Velvet.
Y nos vamos a instalar aquí.
-Vaya, Bárbara, tú trabajando.
¿Quién te lo iba a decir?
¿Y ya tienes despertador o todavía no sabes lo que es?
-Menos mal que vamos a estar muy lejos de tu despacho.
Ah, no, si no tienes.
-Os deseo suerte.
La vamos a necesitar.
-Bye, bye.
-Quiero a esas dos fuera de aquí, ya.
-Buenos días a ti también.
-Hablo en serio, Alberto.
No pienso trabajar con esas dos.
-¿Has sacado ya todas tus cosas de mi casa?
Si no lo has hecho, hazlo rápido.
No quiero ver nada tuyo esta noche allí.
-Ya veo que sigues pensando que puedes dejarme tirada así como así.
Que sin tu ayuda no soy nada.
Pues estás muy equivocado, Alberto.
No te necesito.
-No sabes lo que me alegro.
Se me había olvidado contarte algo.
-¿Ah, sí?
-Sí, a partir de ahora el club de campo, tus cenas fuera de casa, tu cita semanal con la esteticien, todo eso vas a tener que pagarlo tú.
-¿Perdona?
-Sí, tú eres la responsable de tus gastos y caprichos.
Ah, y tienes una cuenta pendiente con las galerías de todos los vestidos que te has llevado.
Si quieres puedes pagarla a plazos, no te preocupes.
-Muy bien, Alberto.
Si crees que así puedes hacerme daño, estás muy equivocado.
Susú, cariño, ¿cómo estás?
Cuánto me alegro.
Mira, te llamaba porque tengo unas goteras tremendas en casa y me iría a un hotel, pero he pensado... No, no, claro, claro, ningún problema, lo entiendo perfectamente.
Sí, sí, estaré bien, no te preocupes.
Un beso.
Belinda, ¿qué tal?
Mira, te llamaba porque tengo unas goteras tremendas en casa.
No, Jimena, no pasa nada, lo entiendo perfectamente, sí, ningún problema.
A ver si nos tomamos un café un día de estos.
Ningún problema, Coco, lo entiendo.
Sí, sí.
Un beso.
Elvira, mándame mis cosas a las galerías esta noche con un chofer.
No, mejor el chofer que venga por la puerta de atrás, habrá un mozo esperando.
-Phillipe Ray.
-Para servirle a Dios y a usted.
-¿"A Dios y a mi"?
¿Pero hay alguna diferencia?
Me han dicho que es tu cumpleaños.
-Sí.
-Felicidades.
Y como regalo de cumpleaños he conseguido que Raúl de la Riva escuche tus maravillosas ideas.
Oh, mira.
Aquí esta.
Soy todo oídos.
-Pues las tengo.
Había pensado en una línea sencilla pero arriesgada, con escotes y encajes en la parte de arriba, cinturas marcadas, vuelos en las faldas.
-Bueno, no está mal, teniendo en cuenta que eso ya lo hice en el 56.
Yo tenía en mente una idea radicalmente opuesta.
Sobriedad, elegancia, pero con un espíritu libre y moderno, sobre todo en las líneas y en los detalles, tonos pastel, estampados sencillos.
-Creí que se te habían acabado las ideas.
-Este jardín no se seca, ni aunque deje de regarlo.
Bueno, ¿qué?
¿Qué te parece?
-Me parece serio.
-Exactamente.
Me acaban de robar una colección basada en los años 20.
¡Los locos años 20!
Ya están en Oxford vendiendo alegría.
-¿Y qué vamos a vender nosotros?
¿Tristeza?
-No, sobriedad.
Sobriedad.
La misma alegría, pero sin necesidad de demostrarla continuamente.
Maduré.
No puedo competir conmigo mismo y estoy harto de que piensen que soy un frívolo por hacer lo que hago.
Quiero eliminar esa imagen.
Partir de lo clásico, pero para innovar.
-¿Y por qué no innovamos rompiendo con todo desde el principio?
-Eso es lo que estoy intentando hacer, Ana.
Pues estamos buenos.
No llevamos ni un minuto trabajando juntos y somos como la noche y el día.
-Eso es.
Noche y día tiene que ser nuestra colección, Raúl.
Una doble línea que se pueda vestir a cualquier hora.
Tú te encargarías de la noche y yo del día.
-¡No!
Aún mejor.
Tú harás la noche y yo haré el día.
Clásico y moderno.
Se complementan, pero sin entorpecerse.
Como tú y yo.
-Me encanta.
-Y a mí también.
Vamos.
-¿A dónde?
-A trabajar.
Eres buena.
!Ah, don Emilio!
-Necesitamos los muestrarios de telas para complementos que tenía que traer Don Esteban.
-Pero es una emergencia creativa.
No podemos dejar pasar esta boyante inspiración que nos invade.
-Ya me gustaría poder dárselos, pero no los tengo.
Don Esteban no ha llegado y hace ya un rato que tenía que haberlo hecho.
-Sí, llamó para disculparse.
Ha tenido una urgencia médica.
-¿Una urgencia médica?
-Sí, ha tenido que ir al médico corriendo.
Pero estoy segura de que no es nada grave.
-Bueno, pues que se cure y los traiga.
-En cuanto salga, vendrá con los muestrarios.
-Muy bien.
-El primer día ya me traéis algo.
-Te lo traemos todo, pero esta vez hará los honores la cumpleañera.
-Hemos pensado una colección doble en todos los sentidos.
Los vestidos de día los hará Raúl.
Sobrios, pero con una línea moderna al estilo de la Riva.
Que darán paso a los vestidos de noche, de los que me encargaré yo.
-Sí, inusual y sorpresivamente.
Sigue.
-Ahí jugaremos con líneas más arriesgadas, vuelos, encajes, pedrería.
-Las clientas vestirán un de la Riva por el día y un Phillipe Ray por el otro.
Una misma línea del mismo estilo, complementaria, pero completamente diferenciada.
-Los diseños se entenderán por separado, pero solamente en conjuntos cuando la colección cobra sentido.
-Alberto, imagínatelo.
Cierra los ojos.
"Night and Day".
Raúl de la Riva y Phillepe Ray.
-Ray-De la Riva.
-Mejor De la Riva-Ray.
-¿Cuándo empezaríamos?
[timbre] ¿Sí?
-Don Alberto, el señor O'Brien ha llegado.
-No me dejéis solo.
Es un proveedor de zapatos muy pesado.
Señor O'Brien.
Pueden disculparnos, por favor.
-Perdón.
-Buenos días.
-Disculpe que le haya avisado con tanta premura, pero es muy importante.
-¿Pone usted la lista muy alto?
-Pues lo pondría más alto si viera cómo bailo, porque... -No creo en los imposibles.
¿Me permite?
-Por favor.
One, two, three, four, five, six, seven, eight.
One, two, three, four, five, six, seven, eight.
One, two, three, four, five, six, seven, eight.
¿Vendría a ser algo así?
-Eso es exactamente lo que necesito.
Bueno, pues manos a la obra.
-¿Ahora?
¿Aquí?
-Comencé a bailar claqué a los cuatro años y no lo dominé hasta los veinte.
Usted quiere impresionar esta noche a su novia, así que no tenemos tiempo de charlar.
-No, pero... -One, two, three.
One, two, three.
One, two, three, four, seven, eight.
No, no, es una mierda.
Al tres, al tres, al tres.
Tienes que golpear el suelo.
-Perdona.
-¿Qué están haciendo aquellas dos en el ala oeste, por Dios?
Dijeron que venían a diseñar joyas.
No a buscar huesos de dinosaurio.
-Deben formar parte de la colección.
Eso de escarbar en la tierra para encontrar los diamantes.
¿Y Ana?
¿Cómo lleva eso de que Cristina esté por aquí?
-Ya, ya sabes.
-Ya.
Pobre.
-Pero voy a compensarla.
-¿Me voy un minuto y se pone a descansar?
-Disculpe, señor O'Brien.
-Go.
And one, two, three, four, five, six, seven, eight.
One, two, three, four, five, six, seven, eight.
One, two, three, four, five, six, seven, eight.
[gritos] -Sí, sí.
-Dígame.
-¿Se puede saber dónde te has metido?
Tenías que estar aquí para una reunión con don Emilio.
-Lo siento, ha habido un problema con las telas.
-¿Qué problema?
Esteban, ¿te das cuenta de que estás empezando con nosotros como proveedor?
Estas cosas no ayudan a olvidar los errores del pasado.
-Intento hacerlo lo mejor que puedo.
-Pues no es suficiente.
Don Emilio es ahora el jefe de compras.
Eso significa que tú estás más vigilado que nunca.
-¿Y eso?
¿Desde cuándo?
-Lo que quiero decir es que tienes que esforzarte si quieres que mejore su opinión sobre ti.
-Gracias por el consejo.
Pero mi vida es complicada, no es solo Velvet.
-Eso díselo a don Emilio cuando consiga que te despidan.
[timbre] -Adelante.
Gracias por venir, Pilar.
-Espero que sea importante porque no tengo mucho tiempo.
¿De qué se trata esta vez?
-Lucía está aquí y no tengo dinero para alejarla de nuevo.
Sé que no es la primera vez que... -No, no es la primera vez, pero te aseguro que será la última.
Has dilapidado la fortuna de tu mujer con malas decisiones y yo no puedo hacerme cargo de todas y cada una de ellas.
-¿Qué crees, que te lo pido por pena?
No.
Es una cuestión práctica.
Lucía puede hacer peligrar mi relación con Blanca.
-¿Blanca?
¿No te estarás enamorando de esa...?
-No.
Pero si la dejo ahora nos cerramos las puertas otra vez.
-Lucía es tu problema.
¿No querrás que me haga cargo de ella también?
-No te equivoques.
Lucía es nuestro problema.
Si yo me hundo, tú te vienes conmigo.
-Señoritas, un poco de orden, por favor.
Estoy convencido de que entre todas ustedes vamos a encontrar a la candidata perfecta para este puesto.
Así que, muchísima suerte.
-¿Qué?
¿Admirando el género?
-No digas tonterías, Clara.
Muy monas, pero cero talento.
Y lo del culo duro que me decías... -Anda, toma el currículum de José Luis.
-José Luis.
Yo me encargo personalmente.
Sabes que a ti no puedo negarte nada.
-Bueno, pues entonces estoy segura de que sabré cómo agradecértelo.
-¿En serio?
-Pero, don Mateo, ¿por quién me ha tomado?
-Lo siento, José Luis.
Otra vez será.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes.
-¡Qué éxito de convocatoria!
Se ve que todavía guardas todos los contactos en tu agenda.
Con suerte encuentras recambio para tu secretaria.
Con encontrar recambio a mi compañera de piso me conformo.
-¿Empezamos?
-Buenos días.
-Buenos días.
¡Gracias!
-¿En qué consiste?
-Sí.
¿El qué, perdón?
-¡Gracias!
-¡Gracias!
-¡Gracias!
-El más rápido.
Me remito a este.
-Ya está bien.
-Ahora se llama curriculum.
-Gracias.
Esta no está mal.
Bueno, no está tan mal.
-Nunca me imaginé que encontrar a una secretaria decente fuera tan difícil.
-Lo que pasa es que sois muy exigentes.
Yo he visto a varias candidatas que son muy completas.
Bueno, seguimos viendo gente.
Perfecto.
-Sí, pero esta vez pensando con la cabeza, Mateo.
Y no con otra cosa.
-Y este currículo.
-No, no, no.
No te interesa para nada.
Es de un hombre.
-¿Y por qué no nos iba a interesar un hombre?
-Un ejemplar en el que descargar todo mi rencor hacia el género masculino.
-Mira, qué suerte.
Igual te ayuda a hacer la mudanza.
-Puede ser.
Decidido.
Avisa a tu mujerzuela.
Que llame a la agencia.
Quiero un secretario.
-¡Hombre!
¡Por fin!
Me llevo aquí todo el santo día sola como la una sin nadie que me haga compañía.
-Lo siento, doña Conchi.
Quería sorprenderla haciendo la cena de esta noche para compensar que Pedro no la ha hecho compañía.
-Menos quejarte de mi hijo, ¿eh?
Que te llevaste al mejor mozo de porrillos.
Pero bueno, ¿qué te voy a decir yo que tú no sepas?
-Sí.
-Aunque mejor tú que la otra, ¿eh?
Siempre fue ligera de cascos.
-¿Rosa Mari?
-No, mujer, la otra.
La Clara.
-Doña Conchi, usted sabe que Clara es mi hermana, ¿verdad?
-Pues por eso te lo digo, porque hay confianza.
Y además, ¿para qué has tenido que comprar nada si yo traigo comida de sobra?
Y de la que le gusta a Pedro.
Matanza de la buena, Margarita.
-Ya, mujer, yo se lo agradezco, pero ¿no le parece que la matanza es un poco fuerte para cenar?
-Oh, quita, quita.
Mi marido estuvo cenando matanza desde que nos casamos, con una salud de hierro, hasta el último día.
Pero es que Pedro no es su marido, es el mío.
Y con la lombarda que le preparo se chupa los dedos, así que mejor dejamos la matanza para otro día, ¿eh?
Y todos tan contentos.
[risa] -Esta es la última que nos queda, ¿no?
-Pues espero, porque tengo la espalda como un acordeón.
-Sí, bueno, pero eso no es de cargas, primo, eso es de tanto tralalá con la Rita.
-Qué va, qué va. Y ahora que está mi madre... no podemos hacer nada.
Si hasta que no se vaya vamos a estar a dos velas.
-Ya, bueno, tú por lo menos no tienes a tu novia a kilómetros de distancia.
-¿Qué tal?
¿Has hablado con ella?
-Esta noche, primo, después del concierto que tiene en Torrevieja.
Tengo unas ganas.
-Bueno, ¿vamos?
-Pues... -Venga.
A la de tres.
Uno, dos, tres.
La Venus de "Mirlo".
Seguro.
-Vamos.
-Pesa.
Venga.
A la de tres.
Uno, dos, tres.
Tira más fuerte.
Tira más fuerte.
Más fuerte.
Cuida el escalón.
-¿Qué escalón?
-El escalón.
-¿Que escalón?
-El escalón.
-Madre de Dios de la vida hermosa.
Que nos la hemos cargado.
Que nos la hemos cargado, primo, que nos la hemos cargado.
-No.
Que nos echan a la calle.
O nos echan a la calle o tenemos que pagar con nuestro sueldo.
-No, no, no, no.
Tú recoge todo esto.
Que no lo vea nadie.
Voy a buscar un poco de cola.
Que no lo vea nadie.
Que no lo vea nadie.
¿Y qué hago?
Me lo meto en el bolsillo.
-Disculpe, ¿sabe dónde están haciendo las entrevistas de trabajo?
-Sabe que están buscando secretaria, ¿verdad?
-Pues tendría que comprar un vestidito a estos tan monos.
Parece que al final han cambiado de opinión.
-Bueno, le quedaría bien el negro.
Séptima planta, por allí.
-¿La escalera?
-No, ascensor.
-Espere.
Gracias.
Perdón, tengo una entrevista y estoy un poquito nervioso.
¿Tú también vienes a...?
-Sí.
-Como valoran la belleza, no tengo nada que hacer.
-Yo no soy una aspirante, soy la que... [estruendo] A veces pasa, va a ser solo un momento.
¿Tranquilo?
-¿Tranquilo?
¿Cómo voy a estar tranquilo?
Si te estoy diciendo que estoy mal, tengo claustrofobia.
-A ver, respire.
Cuente hasta tres.
Uno -Uno.
Respire.
Respire.
Respire.
Dos.
-Dos.
-Respire.
-Respiro.
-Tres.
Tenga.
Séquese.
Querrá causar buena impresión, ¿no?
Sígame.
Buenas.
Tenemos nuevo candidato.
Pase.
Ya le dije que no era aspirante.
-¿José Luis?
-Encantado, Don José Luis.
-¿Cómo queda don José Luis?
-Ay, no sabía si tutearle.
Perdón.
Víctor Mendoza.
¿Cómo preferís que le llame?
-Mateo.
-¿Cómo?
-Mateo Ruiz Lagasca.
-¿Y quién es José Luis?
-Contratado.
-Mateo.
Antes habrá que hacerle un par de preguntas, ¿no?
-Sí, traigo el currículum.
Este no.
-Este sí.
-Nació en Valladolid.
-Estudié en Salamanca.
-Buen currículum, pero ¿tiene alguna especialidad, aparte de sufrir ataques de claustrofobia en los ascensores?
-Bueno, tengo mucha experiencia en labores administrativas.
Trabajé en varias empresas en Valladolid.
-Pues ya no estás en Valladolid, chato.
Por suerte para ti, porque es un poco fea.
-Es cierto que las empresas en las que trabajé no eran tan importantes como Velvet, pero les aseguro que estoy perfectamente cualificado para el puesto.
Soy disciplinado.
Y sé escuchar.
Y no me quejo nunca si hay que hacer horas de más.
-José Luis, siéntate que ahora mismo te atienden.
-¡Es perfecto!
-Trabajará para la señorita Bárbara y para mí.
¿Tiene algún problema en trabajar para mujeres?
-Tengo una madre y tres hermanas.
-Yo tengo tres madres y ninguna hermana.
¿Veis?
Esta entrevista está acabada.
Enhorabuena.
Víctor, el puesto es suyo.
Afrontadlo.
No vais a encontrar nada mejor.
-Muchísimas gracias.
-Bienvenido a bordo.
-Bienvenido.
Les aseguro que no se arrepentirán.
Clarita, ya hemos fichado a uno.
Lo siento mucho por tu compañero.
Deje que la acompañe.
Mi secretaria le tomará todos sus datos.
Clara, te presento a Víctor, el nuevo secretario.
-¿Qué tal?
-Mateo, te pedí que dieses una oportunidad a José Luis y ni siquiera le has hecho la entrevista.
-Lo he intentado.
Se han empeñado.
¿Qué quieres que haga?
¿Y ahora qué le digo yo?
Porque era perfecto para el puesto.
-Tú no te preocupes.
Yo puedo hablar con don Perfecto.
Y así ya conozco al hombre con el que pasas las horas últimamente.
-Muy bien.
José Luis.
Él es Don Mateo, el encargado de personal.
-José Luis, lo siento muchísimo.
El puesto ya está dado.
Otra vez será.
Lo siento.
-El gusto es mío.
¿Qué se le va a hacer?
¿Nos vemos en clase mañana, Clara?
-Sí.
-Clara, lo siento mucho.
-¿Por qué?
Pero si no es culpa tuya, si ha sido cosa de ellas, ¿no?
-Ya.
-Además, es una monada.
¡Víctor!
Soy Clara.
Hola.
Me parece que tú y yo vamos a pasar bastante tiempo juntos.
Pero no te preocupes, que nos vamos a llevar muy bien.
[golpes a la puerta] -Perdón por molestar, pero es que era un asunto de primera necesidad.
-La Venus de "Mirlo" ya ha llegado y... -Y está perfectamente.
Está muy bonita.
Muy bonita, muy bonita, entera.
-¿Se puede saber qué ha pasado?
-Nada.
-Pedro.
-No ha pasado nada.
Nada, nada.
Mayormente que... Díselo tú, primo.
-¿Quieren aclararse de una vez?
-Se le ha caído esto.
-¿Bañarse en la playa de Malvarrosa?
-¿Bailes de salón?
-Vamos a ver qué es lo que han hecho.
-No ha pasado nada.
La escultura de doña Bárbara que no encontramos... -No.
-Vamos a ver.
Y no tartamudee.
Haga el favor.
¿Qué han hecho?
-Te dije que se daría cuenta, primo.
-Tampoco se nota tanto.
-Díselo.
-Se nos cayó.
Y después... -Sí, el problema está con los brazos.
Que hemos intentado montar algunas piezas, pero es que esas piezas no encajan y entonces no sale un brazo... -Igual podemos ponerle otro brazo.
-Habíamos pensado en poner... -No tiene brazos.
La Venus de Milo no tiene brazos.
Y si los tuviera sería para estrangularles a ustedes dos.
-¿Qué es eso?
-Doña Bárbara, usted había pedido una réplica de lo original de la Venus de Milo, pero la tienda de decoración ha mandado esta... no sé cómo llamarla, esta versión.
-Artistas.
La quiero fuera de mi vista.
-Por supuesto.
Es la última vez que les saco las castañas del fuego.
¿Esto es un pasatiempo para ustedes o quieren hacer carrera de verdad?
Yo soy el responsable del personal de las galerías y no quiero tener a mi cargo a nadie que no lo merezca.
Es la última vez que se lo digo.
-Madre mía.
¿Qué habrá tomado hoy don Emilio?
Pues que está harto de nosotros, primo.
Primero lo de la estatua, luego lo de la lista esa.
-¿Tú qué crees que habrá en esa lista?
-Aquí no.
Aquí no.
Pues, ¿qué va a ver?
Las cosas que quiere hacer en su vida, primo.
-¿Cómo?
-Don Emilio quiere hacer bailes del salón, pero si es más tieso que esta estatua.
-Oye, pero las estatuas también tenemos derecho a bailar, ¿eh?
Por aquí.
Por aquí.
Por aquí.
Cuidado.
Cuidado.
Los dedos.
Los dedos.
Los dedos.
Y te digo una cosa, si Don Emilio quiere bailar... nosotros vamos a ayudarle.
-Vamos.
-A esto se le debería llamar pecado, madre.
-¿A que sí?
Pues tu mujer te quería hacer lombarda.
La lombarda para los conejos, ¿no?
-Donde esté la longaniza, cómo vas a comer verdura, por favor.
-Qué caderazas, ¿eh?
Qué suerte.
Vas a parir en un momento.
No como yo, que siempre he sido muy fina para todo.
-Claro.
Muy fina.
¿Quiere más panceta?
-Pues tráela toda.
Que siempre hay hueco para panceta, que sí.
-Y digo yo, doña Conchi, ¿cuándo tiene usted los análisis?
-Mañana.
Pero estoy pensando en cambiar la cita.
-Ah, ¿cambiarla?
¿Por qué?
-Os vais a reír de mí, ¿eh?
Pero es que esta ciudad es tan grande que me da miedo salir sola.
Quizás a lo mejor me tenga que acostumbrar y ya cuando tenga más confianza, pues voy al médico.
Total.
No es urgente.
-Pero, ¿qué necesidad hay de que se acostumbre?
-Cualquiera diría que no me quieres aquí.
-No, mujer, si yo... Yo lo único que quiero es ayudarla.
¿Por qué no le acompaño mañana la cita y así no tiene de qué preocuparse, eh?
-Qué buena eres, ¿eh?
-Claro, mujer.
Si es que cuanto antes se los haga, antes está de vuelta para su casa.
-¿Se puede saber dónde te habías metido?
Llevo diez minutos aquí.
Vamos, rápido, tengo un mozo del Ritz esperándome.
-6, 2, 8, 9, 1.
6, 2, 8, 9, 1... 6, 2, 8, 9 y 1.
Sí, Hotel Riviera, ¿verdad?
No, no, no, no, no, no.
¿Me puede pasar con la estrella Luisa Rivas, por favor?
De parte de su novio.
Sí, sí, espero, espero, claro.
¡Luisa!
¡Lui...!
¿Cómo que no está en la habitación?
Pero se hace dos horas que ha terminado el concierto.
Ya.
Sí, pues más lo siento yo, señor.
Hasta luego.
[♪ música sensual] -Lleva viviendo el tiempo suficiente en estas galerías como para saber que no puede visitar el pasillo de mujeres a estas horas de la noche.
-Lo siento, es que me pareció oír un ruido.
-Ya, he escuchado excusas mejores.
Haga el favor de volverse a su habitación.
-Buenas noches.
-¿Sabemos algo de Esteban?
-No.
-Aparece en su vida, consigue lo que se propone y se marcha tan rápido como llegó.
Tengo la impresión de que nos equivocamos a la hora de acusar a don Enrique del robo de los diseños.
-Esteban no sería capaz.
-Entonces, ¿por qué está tan preocupada?
-¿Qué hace aquí?
-Hola.
La estaba esperando.
-¿Cómo?
-Quería devolverle esto.
-Gracias.
-A usted.
Y enhorabuena por el puesto.
-Espero no decepcionarles.
-Habrá que esperar mañana para verlo, ¿no?
Es broma.
-Ya.
-¿Baja?
-Mejor voy por la escalera.
-Me parece bien.
-Los miedos están para superarlos, ¿no?
Gracias.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
Descanse que mañana le espera una larga jornada.
-Lo haré.
Al final vaya día.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
¿Mi moto?
[timbre] -¿Qué haces aquí?
-No me cogías el teléfono.
Así que he decidido comprobar por mí misma lo complicada que es tu vida.
-Blanca, por favor.
-No, tranquilo, no te preocupes.
Te lo voy a simplificar muchísimo.
No me lo puedo creer.
Pero si es una cría.
No quiero volver a verte.
-Es mi hija.
-Papá, no me digas que está saliendo con esta.
-Lucía, por favor.
-Alberto, me marcho.
¡Guau!
No me digas que estás así vestido para... -El regalo para Ana.
-Le va a encantar.
-¿Y tú has quedado con Clara?
-¿Qué va?
Está enfadada conmigo por lo de José Luis.
Oye, ¿tú has visto al secretario este?
-Sí, antes con Clara.
Muy simpático, ¿no?
-¿Y guapo?
-¿Cómo?
-¿Te parece guapo?
-Mateo, ¿qué te está pasando por esa cabeza?
-¿Pero qué dices, hombre?
¡Cállate ya!
¿Qué dices?
-¿Quieres un secretario?
-Muy gracioso, ¿no?
No, a ver, ¿sabes cuando te encuentras en la vida con cosas que no esperabas y al principio dices: "No, pero ¿qué dices?
No, por favor".
Y luego: "Sí, claro, ¿cómo no?".
Y al final no te imaginas tu vida sin esas cosas, ¿sabes?
-Se llama amor, Mateo.
Y no te preocupes que Clara está enamorada de ti.
Y no te va a dejar.
-Suerte, bailarín.
[golpes a la puerta] -¿Alguien cumple años en esta habitación?
-Sí, alguien que ya pensó que no ibas a venir.
Es precioso.
-¿Te gusta?
-Mucho.
-Pues míralo bien.
Porque vas a estar mucho tiempo sin verlo.
Y ahora estamos en un sitio que ni te imaginas.
-Alberto, crecí aquí.
Sé que estamos en las galerías.
-No tienes ni idea de dónde estamos.
Estamos en el cine.
¿Te acuerdas de la primera vez que fuimos al cine juntos?
-Sí.
-¿Te acuerdas de la película?
-Sí.
-No puedo creer que te guste tanto ese.
-¿Ese?
Es Fred Astaire.
-¿Tú has visto qué pinta lleva?
-Es el mejor.
-¿Ah, sí?
Ahora verás.
-Alberto, por favor.
¿Dónde vas?
-Ya puedes quitarte el pañuelo.
[música animada] -¡Camarero!
Una botella del mejor champán.
¿Cómo está mi chica?
-No tan bien como tú.
-Pues tú estás preciosa.
-Gracias.
-Y Alberto.
¿Vendrá?
-No.
Alberto no va a venir.
-Bueno, alegre esa cara que yo también tengo algo que contarte.
Phillipe Ray y yo vamos a hacer historia.
-Me alegro.
-Y tú tienes mucho que ver.
-Yo.
-Porque tú fuiste la primera que confió en él para que te ayudara con tu vestido de novia.
-No sé de qué hablas, Raúl.
-¿No?
-No.
-¿No?
¿No?
-No.
-Ay, Cristina, qué lentita eres para algunas cosas, hija, la verdad.
Está bien.
Phillipe Ray... es Ana.
Ana es Phillipe Ray.
Y nos compenetramos muy bien.
La verdad es que está siendo algo muy especial.
Estamos haciendo algo muy bonito.
Cristina, ¿estás bien?
¿Qué te pasa?
-Alberto y Ana son amantes.
-Chicos, ¿cómo va esa fiesta?
-¿Cómo no me he dado cuenta antes?
Dime tú ahora cómo voy a trabajar para alguien al que ya no creo.
Dime cómo voy a diseñar una colección con alguien a la que ni siquiera puedo mirar a la cara.
-Ahora Raúl está de nuestra parte, así que es cuestión de tiempo que la envíen en un autobús de vuelta a Villamarrana.
-Buenas.
-¡Madre!
¡Madre!
La puerta está para llamar.
-Vengo del médico.
Quería contaros que todo ha ido muy bien, no me ha dolido nada.
-Lástima.
-José Luis, demasiado tarde, querido, pero no te preocupes, porque Víctor es encantador y lo hace bien.
-Ya veo ya.
-¿Qué fue eso tan importante para faltar a todas sus citas?
-Le aseguro que tenía una buena excusa.
-Siempre la tiene.
-Lucía, este es un negocio familiar, Esteban, y vosotros formáis parte de la familia.
Cuenta con ello.
Que empiece mañana.
-Muchas gracias.
-No es que no me interese su propuesta.
Es solo que creo que les falta alguien con más experiencia.
¿Patricia?
-No, no, no.
Y mil veces no, Cristina.
-Bárbara, no firmará si Patricia no está de nuestro lado.
-Y yo no pienso trabajar con esa ramera.
-¿Hablabais de mí?
Support for PBS provided by: